lunes, 24 de enero de 2011

Cruzando el Río

Había una vez dos monjes Zen que caminaban por el bosque de regreso al monasterio. Cuando llegaron al río, una mujer lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven y atractiva.

- ¿Que te sucede? – le preguntó el más anciano.

- Mi madre se muere. Ella está sola en su casa, al otro lado del río y yo no puedo cruzar.

Lo intenté – siguió la joven – pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda… pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora… ahora que aparecísteis vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar…

- Ojalá pudiéramos – se lamentóo el más joven. Pero la única manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto. Eso esta prohibido… lo siento.



- Yo también lo siento- dijo la mujer y siguió llorando.

El monje más viejo se arrodillo, bajo la cabeza y dijo:

- Sube.

La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su atadito con ropa y montó a horcajadas sobre el monje. Con bastante dificultad el monje cruzó el río, seguido por el otro más joven. Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acerco en actitud de besar las manos del anciano monje.

- Está bien, está bien- dijo el viejo retirando las manos, sigue tu camino.

La mujer se inclinó en gratitud y humildad, tomo sus ropas y corrió por el camino del pueblo. Los monjes, sin decir palabra, retomaron sumarcha al monasterio… faltaban aún diez horas de caminata. Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano:

- Maestro, usted sabe mejor que yo de nuestro voto de castidad. No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella mujer por todo el ancho del río.

- Yo la llevé a través del río, es cierto, ¿pero qué pasa contigo que la cargas todavía sobre los hombros?
Cuento Zen

1 comentario:

  1. Estos cuentos, me ayudan a seguir andando, a encontrarme, a cruzar el río... espero que os guste.

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